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martes, 18 de noviembre de 2014

ALBERTO BOCO: SUS RESPUESTAS Y POEMAS - Entrevista realizada por Rolando Revagliatti. Parte III

Alberto Boco selecciona para acompañar esta entrevista, en octubre de 2014, seis poemas de su autoría:

Árbol de oro



Es fácil ver metal en la copa

brillo de oro con el sol inclinado
primero la mirada con el sol de través
y no hay otra cosa más que simple fresno
una mañana tibia de mayo por la calle del triunvirato
entre el asfalto y las paredes los vidrios
devuelven la escena que pasa
y detrás la mirada rumbo a lo que viene
a cada metro en un día que crece
la calle del triunvirato
donde un árbol que no es de oro
no es más que la mirada
la carga de nuestra ilusión
en un punto de lo azaroso
como ha sido siempre
cuando miramos
detenidamente
algo

                       (del libro inédito “Árbol de oro” – Escrito durante 2005 – 2006)


Ciudad en su siglo

mirado de cierto modo
cualquier alejandría que se hunde
tiene agonistas y mercaderes

verseadores putas y cronistas del tiempo
cabalgan en el azar
pasiones breves e incestos de época

bares pobres y nurseries por si las moscas
levantan artefactos y cosas
para después del derrumbe


                        (del libro inédito “Redes”  –  Escrito durante 2002 – 2003)

Los perros cueteros

“Mientras buscaba la estrella vespertina en una fría ventana
                                           y silbaba cuando Arturo derramaba su luz,
                                           oí reñir a los lobos, y dije: Entonces esto
                                           es el hombre”

Allen Tate

festejos tradicionales y ellos aparecen
un despertar cuando medra la noche y las explosiones comienzan
andar solos por ahí hasta el ritual de lo que se pudre
y disimular en el ruido y el olor de la pólvora barata
efectos de la temporada…

sucios de arenas el gesto distraído
pelo encrespado como en un enojo
se van amontonando en el andar cansino hasta que lo avivan
donde se junta la presa casi nadie mira
tal vez algún chico que adivina y alguna mirada
otra porque intuye
gesto veloz de repente contra el estampido
fuego en la boca y otra vez hacia allá
lejos

qué canta en el fuego y el humo en el chasquido
como rama reseca que se quiebra cada vez
qué canta en la sangre y en la carrera de súbito despierta
y vos que los mirás como se mira el amor
esa química orgánica con ropa de ternura
mirar que no se nubla en el farolero simular de la época
quién sabe qué piensa –decís
detenido ahora en el alto de la mañana
como sombra contra el moverse del mar
ahí las nubes coloreando como si vos y yo no supiéramos
que nada de todo eso es intención mientras ellos están ahí
con esa cosa que raspa como espera debajo de la sangre
cada estallido que apure la caída
del que no mira duerme y se divierte mientras
ellos con la traza del viejo mapa y el ojo que parece apagado
pero detrás de la mirada esa sombra
que apenas campea               sabe y espera
desde lejos y a su modo
sabe y espera
siempre
desde bien allá

                                      Para Pugnax (*)
(*) Nombre de un perro que integra la tripulación de un dirigible en la novela Contraluz, de Thomas Pynchon.

                                    (del libro inédito “Perros cueteros y otros abandonos” – Escrito durante 2011)

Palomas en el cable de la luz

Caminamos junto al paredón del gran cementerio del oeste
sin martingalas con el viejo trance.
Hay palomas en el cable de la luz.

Peripatéticos de hoy
nada parece falso ni verdadero al sonido de los celulares
el contacto con la palabra todavía produce algunas imágenes
y han evolucionado mucho los medios de transporte.

Los niños geniales gozaron su olimpo y su fidias,
los altos de lycavitto y el parnaso ahí nomás
ideas de altura al alcance de la mano.  Los césares en Roma
obtuvieron sus mil años de humedad cristiana en los huesos...

Las palomas volaron.
Hay cicatrices de caca todavía en las veredas.
Señales en el gran cementerio del oeste.

                          (del libro inédito “Palomas en el cable de la luz”  –  escrito durante 2003 -2004)

Puente Saavedra


Llega un grito a través del cielo. Ya ha ocurrido otras veces,
                                       pero ahora no hay nada con que compararlo.

 

           Thomas Pynchon


conjurados con algún bulto que arrastrar

en la zona gris de los apeaderos y los transportes
la opacidad se respira en grandes y pequeños tráficos al paso
se bebe y se come con la niebla de la desconfianza
los gestos no necesitan de nada más
desde un lado del canal Pirata Prentice(*) cultiva bananas
y espera  la parte que le toca en la ruleta rusa del mundo
algo después dos paredes alambradas y una tierra de nadie
ni la grandeza ni la grandilocuencia de la Gran Muralla

en la escena un borracho y un predicador

alguna prostituta un policía y una nena

puede haber un río una cordillera y gente de armas
entre las placas del transformador late una diferencia de potencial
como en todo pasaje también una forma de la teatralidad
presentida en el aire la descarga eléctrica dibuja una fotografía
es previsible por otra parte una solución así
una épica de los bordes
tecnología y redes en el gran carrusel
menos y más explícito que un circo romano
camino al “22” con menos y más peligro por la línea divisoria
vamos y venimos atentos al efecto doppler
cambia el sonido de lo que se aleja
lo que se acerca. 

(*) Uno de los personajes de la novela “El arco iris de  gravedad”, de Thomas Pynchon

                             (del libro inédito “Paisaje fronterizo” – Escrito durante 2007 – 2008)

Tardecitas

te digo que hay cosas que la mirada no sabe
las devela te digo como si las llamara de reojo
por un sendero del parque lo descubro
picotea el pasto el pájaro carpintero y también ahí
en otra parte deshecha contra la pala excavadora
un revoltijo de pluma gris y rojo la paloma
dirían algunos que los dioses la han dejado
sombra sin memoria en el orco dirían pero
yo que trabajé con celo la carne para no caer
en la clausura de allá y elegí lo abierto de aquí
esta cerrazón cerca de las cosas como para volar bajo
apenas veo la piel de la belleza en este reflujo de todo
como cuando tus ojos en vos capturan el matiz
el cuerpo fugaz en los trazos y de golpe pareciera
que toda la pena del mundo le caben
como cuando ves pequeñas tragedias y no se te nota
entonces yo que soy un confidente que no sabe traicionar
te miro hecho un animalito furtivo para llegar en vano
al tacto de lo que ya ni te pertenece de tan tuyo
no llegar nunca –esto es lo digno–
a lo inapresable de vos y lo desconocido de mí.

                      (del libro “Estación de nosotros” – Editorial Buenos Aires Poetry – Buenos Aires – 2014)

Entrevista realizada a través del correo electrónico: En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Alberto Boco y R. R., octubre de 2014.

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